Y lo admito, me he vuelto humana. Porque sólo el ser humano puede cambiar al borde del precipio... Y sólo una humana tan masoquista puede amarte tanto.

viernes, 6 de mayo de 2011

#12

¡Buenas! :)
Aquí os dejo un texto que escribí hace dos años, el 13.01.09 :)
¡Espero que os guste!

Convenientemente podría haber pensado que escaparme de clase era un error, pero era la única salida que se me ocurría en ese momento. Había estado estudiando días enteros para ese exámen, pero al llegar el día, me di cuenta de que apenas me sabía una décima parte del temario. No era la primera vez que lo hacía, pero sabía que tampoco iba a ser la última.
Nada más sonar el timbre del cambio de clase, metí rápidamente mis cosas en la mochila, y me dispuse a salir.
En la puerta de clase me encontré a varios compañeros que me preguntarón que adonde iba. No les contesté. Suficiente tenía ya con poder escaparme.

No sabía exactamente por dónde ir, simplemente seguí mi instinto. No llevaba mucho tiempo en ese instituto, pero recordaba vagamente algunos de los pasillos.
Iba pasando por delante de algunas clases y en ellas oía jaleo, e incluso reconocía algunas de las voces de mis amigos.
Giré una esquina para adentrarme en otro pasillo cuando me dí cuenta de que me había perdido. A lo lejos se oían algunas voces de alguien, pero poco a poco se fueron apagando.

De pronto, me encontré en un pasillo que parecía no haber estado habitado por nadie en años. No tenía las baldosas anaranjadas y amarillas en las paredes como el resto del instituto, sino que estaban cubiertas con una pintura gris muy desconchada, la cual les daba un aspecto bastante lúgubre.
También había goteras en el techo, lo que me hizo suponer que estaría en el último piso.
Más tarde supe que me equivocaba de lleno.



Cada vez me adentraba más en aquel pasillo. Cuanto más avanzaba, más oscuro, frio y siniestro se volvía. A los lados había algunas clases que parecían no haber estado nunca habitadas. Una de esas puertas me resultó extrañamente familiar: era de hierro azul, con el pomo alargado y dorado, peor bastante envejecida por el paso del tiempo.
Probablemente hace años la puerta tuvo un pequeño cristal, pero del cual tan sólo quedaban los bordes. El resto parecía haber desaparecido.
Al observar detenidamente los cristales, vi que tenían pequeños harapos de tela. Sin embargo, no había más restos de ningún tipo.
Introduje la mano por la pequeña abertura del cristal, con cuidado de no cortarme, e intenté abrir la puerta.

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